EL GUSTO DE ESCRIBIR
Que hermoso es nuestro lenguaje
escrito. Las letras se van juntando hasta formar palabras, palabras que se
continúan para formar ideas y conceptos, religiones e idearios, discursos y
poemas, cuentos e historias, patrias y tradiciones, códigos y biblias. La palabra
escrita nos une tanto como nuestra nacionalidad y nuestra religión, y las
traducciones de otros idiomas nos unen con la humanidad y es un instrumento que
nos lleva a nuestro pasado o a nuestro fantástico futuro. A viajar al centro de
la tierra o a colonizar otros planetas. Nos llevará de la crueldad de las
épicas batallas, a las historias de amor más sublimes escalando un balcón o declamando
debajo de él. De lo abstracto del Derecho a lo concreto de las ciencias. De los
Dioses hasta nuestros demonios, de los poemas más exquisitos hasta las novelas
que resumen nuestra humanidad, y del teatro hasta las recetas de cocina. De la
filosofía que ha tratado de todas formas explicar nuestra existencia y destino
hasta las inscripciones de protesta cuando los muros hablan. De los cantos de
amor a los himnos de las generaciones. Es, sencillamente, lo que nos distingue
de los demás animales, y lo que nos une como especie humana.
¿Pero,
quien lee a Rubén Darío? ¿Quien leyó el Lobo Estepario? ¿Quién todavía lee a
Victor Hugo? ¿Quién leyó a Rabindranath Tagore? ¿Quién leyó “A Gloria” de Díaz
Mirón”, el “SI” de Rudyard Kipling, “¿Ante un cadáver” de Manuel Acuña, o
cuando menos el poema completo de “Cantares” de Machado? ¿Quién leyó “¿Los
Albañiles” de Vicente Leñero, o “Sobre el daño que hace el Tabaco” de Anton
Checov? Bueno pues, “Los de Abajo” de Mariano Azuela o “100 Años de Soledad” de
García Márquez.
No
muchos, y sabrán de ellos cuando se haya
hecho película o serie televisiva como “la
Dama de Las camelias” de Dumas, o “Romeo y Julieta” de Shakespeare.
La
cuestión es que, al perder nuestra habilidad de leer, perdemos nuestra habilidad
de escribir. Mi profesión me obliga a leer y a escribir las cosas correctamente,
soy abogado, pero al no leer cosas hermosas, deja uno de escribir cosas
hermosas. Se pierden los poetas y se pierden los compositores de las canciones
hermosas con letras inolvidables.
Tenemos
que leer y enseñar a leer a los nuevos. Hay una gran cantidad de poetas y
escritores contemporáneos que están esperando a que tomemos su libro, nos refugiemos
en nuestro rincón favorito y ser transportados a su mundo, armados de un lápiz
para subrayar, o un cuaderno para transcribir sus conceptos, sus flores negras
o sus brillantes soles.
Nuestro
lenguaje escrito se va endureciendo, pierde su música y encanto. Perdemos la
habilidad narrativa y no podemos traducir en lenguaje escrito universal nuestras
convicciones, sueños y fantasías. Las nuevas generaciones, al perder el gusto
por la lectura (por nuestra culpa y la tecnología, pero más por nuestra culpa),
han perdido también el exquisito placer de la buena escritura. Claro, con sus
muy apreciadas excepciones, de tal forma k ban convirtiendo el lenguaje en una
especie de dialecto subcultural ante su falta de dominio del idioma, de modo k + vale pekar de moderno, que transparentar la ignorancia, pues si no lemos,
no escribimos. q t parece?
No se dice ler, se dice leer.
Hermosillo, Sonora, a 03 de
noviembre de 2017.
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