Discurso de graduación 73/78 Lic. en Derecho



Discurso del graduante Jesús Hidalgo Contreras, en la ceremonia de Graduación de la Escuela de derecho de la Universidad de de Sonora, generación 73/78.



He venido a ésta Tribuna, a la que me han precedido distinguidas personalidades del presidium, como un humil­de portavoz de mis compañeros, para hacer patente 3 aspectos:
Nuestro Agradecimiento,
Nuestro compromiso,
Nuestra Despedida.
Nuestro Agradecimiento, en primer término.
Al pueblo de Sonora, a los conquistadores del dsierto, a los habitantes de la agreste sierra, del fecundo campo, de los pueblos y ciudades, del campesino y del obrero, que en forma conjunta y solidaria cooperaron a través del fenómeno impositivo al sostenimiento de nuestra Alma Mater, La Universidad de Sonora, lo que ha hecho posible que concluyamos nuestros estudios profesionales, dándonos preciosas armas culturales para ser útiles a la Sociedad a la cual pertenecemos.
Nuestro agradecimiento a nuestros queridos padres, que a la mayoría de nosotros, nos han brindado su apoyo económico, con facilidad unos, con grandes sacrificios otros, para nuestro pan y libro, alimento corporal y espiritual de nuestras vidas de estudiante universitario.

Nuestro agradecimiento eterno a nuestros maestros, a aquellos maestros que nos han preparado con la verdad, científicamente, sin dogmatismos y sin disfrazar la realidad, que sembraron en nuestras almas los conceptos de Ética y humildad, apoyando sus palabras en la cátedra con el ejemplo de sus conductas, en los tribunales y fuera de ellos, que nos vieron no como objetos necesarios para  la obtención de sus honorarios, sino como compañeros, como seres humanos ávidos de saber, como materia imperfecta que moldear con la paciencia y serenidad del escultor. Solo a ellos, nuestro agradecimiento.
Comprendemos, que el título profesional, no puede considerarse como un título nobiliario que nos hace diferentes y superiores, a aquellos que por diferentes motivos no han logrado el grado cultural que poseemos.

Comprendemos, que el ejercicio de profesión, más que un privilegio, es un compromiso constante de estudio y superación, debido al gran avance de la ciencia y aumento del cúmulo de conocimientos de la humanidad, y en nuestro caso, por la transformación que sufre el Derecho el cual no puede permanecer estático, sino cambiante en relación directa a las nuevas relaciones sociales y la concepción que de lo justo tienen los pueblos al paso de la civilización por el tiempo.

La abogacía, por más que en muchas ocasiones ha sido criticada y vituperada, debido principalmente a la codicia, corrupción y falta de escrúpulos de algunos de sus postulantes, lo cual no es un fenómeno exclusivo de la profesión que hemos escogido, es sin embargo, indispensable en toda sociedad en donde exista un régimen de derecho; por ser el derecho un conjunto de normas que rigen la conducta del hombre en la sociedad en todos y cada uno de sus actos, es por ello que la presencia del abogado es indispensable en multitud de ocupaciones, del litigante al más alto mandatario, del Magistrado al juez, del catedrático al consultor empresarial o Estatal; del escritor al funcionario burócrata. Es por ello, que es tan notable la debilidad o falla del abogado, así como su entereza y eficacia.

Es por lo anterior, que será la Sociedad a la que pertene­cemos quien calificará todos nuestros pasos como profesionistas, porque ella será quien en la Historia fije la mag­nitud de nuestro nombre en la medida de nuestra honradez, capacidad y dedicación, de tal forma que nuestros padres, ­cónyuge y descendientes puedan en todo tiempo nombrar alto nuestro nombre, sin mirar burla, odio o reproche en los ojos de ningún justo.
La corrupción, dragón voraz que como pesado lastre, cuando no nulifica retarda el camino hacia el progreso y que causa heridas que desangran nuestro país en su par­te más débil, como son los desposeídos, porque a fin de cuentas, son quienes sufren la repercusión de sus conse­cuencias, con su color oro y cuya sombra fácilmente enri­quece, es el peor enemigo con quien vamos a enfrentarnos. La lucha contra ella es ardua y penosa, y formar parte de ella es fácil y atractivo. En la profesión que hemos elegido, no hay términos medios: o se lucha en contra de ella, cumpliendo fielmente con nuestras obligaciones éticas y legales, o se forma parte de ella, encadenando a la vileza nuestra existencia, y vendiendo nuestra dignidad humana por unas monedas de oro que llevan marcadas la traición y engaño que se comete con los que en nosotros depositaron su confianza.

Comprendemos Las fallas y errores de nuestra sociedad. Estamos conscientes de la inequitativa repartición de la riqueza, de que se sigue explotando al campesino y al obrero, y que son ellos quienes más necesitan nuestra asesoría y protección. Y porque estamos conscientes de que nuestra profesión no nos hace una casta nobiliaria y privilegiada, sino que nos compromete con la sociedad del mismo modo que del fruto al árbol, pues de ella procede­mos y a ella debemos nuestros conocimientos.

Porque sabemos que la Sociedad inexorablemente calificará nuestros actos.

Porque estamos conscientes de que debemos ser honrados y mantenernos incorruptos, y luchar con entereza contra la corrupción y en favor del progreso de nuestra patria.

Porque sabemos que debemos luchar por una Justicia Social en favor de los desposeídos.

Es por ello, que nos comprometemos, a ser una generación unida que hombro a hombro, como profesionistas, en los distintos campos en que nos ocupemos, luchemos por el progreso de nuestra patria, por una mayor Justicia Social, por ser rectos, implacables contra la injusticia y no parásitos de nuestra Sociedad.

Es por ello, que también exigimos de la Sociedad, el justo castigo a la incapacidad, corrupción, prostitución de intelecto y debilidad que marque como a Caín a alguno de nosotros, porque no hay ignorancia de causa, puesto que todos sabemos cuál es nuestro deber.
Este compromiso, lo ratificamos ante el representan­te del padrino de Nuestra Generación, Sr. Antonio Toledo Corro, para que Usted le haga saber nuestro agradeci­miento por haber dado su nombre a nuestra generación, por ser una persona que lucha a favor del hombre del campo, con firmeza y justicia; ante el representante del Gobernador del Estado de Sonora y ante la Autoridad Representativa de nuestra máxima casa de estudios, La Universidad de Sonora, Institución que nos cobijó en su seno y que tan­to le debemos.
A partir de mañana, compañeros, quizá nunca nos vol­vamos a reunir la totalidad que hoy nos encontramos. Esperamos con impaciencia ésta ceremonia, sin pensar que después de ella, cada quién tomará su rumbo para cumplir con su destino.

Algunos de nosotros, nos encontraremos en los Tribunales, pero no todos juntos como en el salón de clase o como en este momento. Sin embargo, nos unen cinco años de juventud y estudio, de amistad y esfuerzo; nos despedimos de nuestros maestros como alumnos, y nosotros como condiscípulos, pe­ro no como amigos; Existen lazos imborrables, un compromiso y una misma profesión, que nos mantendrá unidos por el resto de nuestras vidas. Deseamos suerte a cada uno da nosotros, salud, bienestar y éxito; las despedidas son tristes y me niego a abundar sobre la misma, y quiero terminar mi intervención diciéndoles:

 Adelante!, el camino es  largo. A cumplir nuestro deber.

 Gracias.
Hermosillo, Sonora, 28 de abril de 1979.
Auditorio Cívico del Estado.




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