Te veo, Juárez
Te veo, Juárez.
No puedo imaginarte Zapoteco,
Con una flauta cuidando tu rebaño…
tu mirada escaparía de ése Valle
mucho más allá de los caminos.
Hubieras perdido tus ovejas Zapoteco.
Tu flauta no repetiría las notas de tu raza sometida.
Con el estruendo dentro tu alma
No hubieras encontrado paz y calma
para entonar los tristes sones de tu gente reprimida.
Tu boca, tallada por siglos de sometimiento,
no podría entonar canción alguna.
Tu voz con la claridad de plena luna
se reservaba para con hondo sentimiento,
guiar en la noche de la Historia
a la Patria a su futuro sin cruz y sin escoria.
Te veo en Seminario y en Liceo.
Veo a tus contemporáneos que al verte indígena moreno,
con la media sonrisa del tolerante europeo
no veían en ti al líder verdadero.
Hasta que tus palabras brotaron claras y precisas,
como flechas de fuego, directas y concisas:
La flecha guía, la que anuncia la guerra redentora,
La que separa el tiempo de luchas intestinas
del tiempo futuro de la patria justa igualadora.
Nadie más extremo que tú. Ni más iluminado y más preclaro.
Te veo después con tu bandera.
No es tricolor, no es guadalupana.
Es un pendón de piel de puma del desierto,
con las plumas de águila que recogiste en tu largo y patriótico camino:
en el centro una República de razas en concierto,
sobre una carta magna que guía a un pueblo a su destino.
Veo tu maza surcar las nubes de ésta Patria,
filosa y dentada, vengativa y
sangrienta,
segando la cabeza coronada y la del paria.
Veo tu daga de alabastro
sedienta
abriendo sus pechos y ofrendando sus negros corazones
a la Patria Diosa, pagando sus
favores:
la hermandad, la libertad y la igualdad,
encarnados e irrenunciables blasones.
Veo tu cuerpo de barro indestructible, como tu pensamiento,
convertirse en gran cimiento de
piedra,
Sobre la cual se construyó la Nación de los que amamos ésta Tierra.
Veo la Historia que te juzga, pero no te destruye;
No les gusta tu maza, tu daga de alabastro?
Es que no comprenden a tu Diosa la Patria,
A la que ofrendaste tu vida, tu
alma, tu ser, tu pensamiento.
Naciste y te formaste con la receta perdida de los siglos:
Con estoicismo, con dura
convicción,
con sed de patria y de justicia,
para cambiar la faz de tu Nación.
Te oigo Juárez: Tu voz redentora y guiadora
Retumba como el perenne oleaje
contra rocas.
Nada puede callarte.
Oigo, veo y toco tu espíritu, que se eleva en un fuerte estallido,
que ilumina el cielo festivo anunciando:
Pueblos del Mundo ¡Este es México¡
Un País que busca el camino al progreso y la igualdad ¡
Pueblos del Mundo ¡Este es México¡
Que luchará hasta la última gota de sangre por su libertad ¡
Oigan, oigan Pueblos del Mundo ¡Este es México¡
Y no se puede conquistar,
porque la carne de los mexicanos
Es la misma tierra, la misma montaña, el mismo surco, la misma playa.
No se pueden separar.
En el Aniversario del Natalicio de un Hombre para el Mundo.
21 de marzo de 2011.
Jesús Hidalgo Contreras.
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